miércoles, 14 de julio de 2010

Intruso

Entorno a una mesa vacía, nueve miembros de aquella hermandad, permanecían en silencio con las miradas vacías, salvo él, el cocodrilo; Escamoso espectador que mirando asombrado los pálidos rostros de su alrededor, aún no tenía la cuenca de su ojo vacía. Los demás comensales sentían escalofríos, la agonía de no ser, la tortura de no hablar desde el órgano vital. Era triste lenguaje, el de ocultar aquella verdad desconocida.
Un mounstruo del subconsciente, asomaba por la ventana. Alzaba burlonamente sus manos mientras su sonrisa aserrada, desgarraba sus mentes. A todos ellos les dió un bocado y sabían a matojo de pelusas. Muertos en vida, muertos en muerte... no había quien se los comiera. Por eso, aquel mounstruo se aprovechaba de ellos.

1 comentario:

Arnaukor dijo...

La mente apolillada debe ser despertada a dentelladas.